Y remarcó que las obras frenadas no son caprichos, sino deudas históricas que vienen arrastrándose desde los tiempos en que el kirchnerismo “ponía la foto, cortaba la cinta y después dejaba todo en veremos”.

El gobernador fue directo: “Seguimos hablando, seguimos insistiendo. Hay voluntad de Santilli, sí, pero los compromisos firmados deben cumplirse”.

La frase cayó como un ladrillazo en un clima nacional donde la Casa Rosada apenas tantea la agenda provincial y donde —según admitió— “todavía no logramos entendernos en muchas cosas con el gobierno de Milei”.

Sáenz también ironizó sobre la eterna espera de infraestructura básica para el norte: "Estas obras son para el turismo, para la minería. A este ritmo, las inaugurará mi tataranieto".

La chicana apuntó tanto al presente como al pasado: un Norte Grande que históricamente acumuló anuncios inflados —"cuentos del tío", dirían en los cafetines salteños— y cuyos atrasos estructurales profundizó, sobre todo, la década kirchnerista.

Las declaraciones se dieron tras su paso por Casa Rosada, donde se reunió con el jefe de Gabinete, Manuel Adorni, y con Santilli, quienes recién asumían.

Sáenz llegó con el respaldo de sus pares del Norte Grande y con el mismo reclamo que hace años: federalismo real, no promesas de campaña.

Aunque se mostró dispuesto a acompañar “las reformas fundamentales” del actual gobierno, advirtió que todavía no hay un proyecto claro sobre la mesa.

"Hay trascendidos, pero no texto. No hay que tenerle miedo al cambio, pero sí discutirlo con seriedad", disparó en un claro contraste con la práctica habitual del kirchnerismo, que solía bajar reformas cerradas y sin consultar a nadie fuera del AMBA.

Finalmente, Sáenz remarcó que cualquier avance serio requiere diálogo “con todos los actores cuyos intereses puedan verse afectados”.

Y dejó flotando una crítica que endereza tanto al pasado como al presente: “Hace falta hablar mucho más. Y hace falta cumplir lo que se firma”.