Cuando empezaba a gestarse mundialmente la pandemia que se llevaría vidas, historias y puestos de trabajo alrededor del planeta, un hombre tuvo la alucinante idea de librar batalla a un gigante que exponía sus datos como si de una feria barrial se tratase. El "David" contra "Goliat 2.0" asomaba por el umbral de una mansión en Lesser y, lo que parecía estar oculto al público, tomó notoriedad esta semana, a casi cinco años de aquella primera y letal batalla.
Uno de los protagonistas es el todavía senador nacional y ex gobernador de Salta, Juan Carlos Romero. El líder de un espacio político que se extiende desde la década de los 90, hasta la caída de su último alfil en 2023, decidió montarle pelea a la empresa Google que, en su base de datos, expone los diversos casos de corrupción en los que se encuentra inmerso el político y su casta familiar.
El pedido fue simple. Que Google desindexada todo vínculo entre su nombre y la palabra corrupción, de los sitios web en donde se erigen los diversos artículos que detallan las artimañas del Júcaro, argumentando que todo lo expuesto eran mentiras, calumnias, injurias y manchaba su honor y buen nombre.
Lamentablemente, y aunque pasaron casi cinco años desde que Romero presentó un Habeas Data en contra de Google INC., la Justicia terminó fallando en contra del senador nacional y hasta le impuso el pago de las costas del proceso judicial, debiendo abonar los honorarios de los abogados involucrados, y del perito informático participante. En total 1.859.850 pesos que, para su dieta actual que ronda cuatro veces más, se trata de un vueltito.
Lo peor para el Júcaro es que nuevamente su nombre quedó abrochado a lo peor de la política. Mientras en Salta se discutía de narcotráfico y frontera caliente, ahora se habla del esmero y desesperación del senador para tapar todos los chanchullos en los que se ve envuelto y que, a meses de una campaña que definirá el deceso o no de su dinastía política, tendrá como víctima de todas las artimañas a su retoño, el diputado provincial Juan Esteban Romero, que ya se ve con un pie afuera de Mitre 550; y Juan Carlos teme abandonar el Congreso y quedar en la lona.
Como lección, Juan Carlos deberá tener en cuenta que ahora, además de figurar como funcionario corrupto o delincuente, según lo denunciado por él mismo frente a Google; deberá llevar en su espalda el haber intentado borrar con el codo lo que se escribe en internet y que su intento de aplacar la libertad de expresión quedó truncado en los pasillos de tribunales.